Hace un año, cumplíamos la formalidad de despedirnos físicamente de Lucía, sabiendo lo
provisorio y efímero de tal pretensión.
Porque las despedidas son sólo una convención aprendida con la cual los seres humanos
nos convencemos de que estamos presentes en ese instante que aparentemente nos separa
irremediablemente.
Sus amigos docentes y las distintas generaciones de estudiantes que compartieron algo de su
historia, sabemos que “la negra Lucia”, sigue estando entre nosotros.
Con su imperecedera presencia, su compañerismo, sus intensas clases…y todo lo mucho que
nos dejó, aún sin saberlo.
Por eso hoy, en que un cálido solcito primaveral comienza a abriese paso entre las hojas de
los árboles del patio de la Facultad --como tantas otras veces--, en el aire se nos aparece,
suspendida, su inolvidable y contagiante sonrisa.
Angela Perdomo
Angela Perdomo
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